Sakura, una joven japonesa enamorada locamente de un atractivo y fuerte noble japonés, contrajeron matrimonio poco antes de comenzar la guerra con tan mala suerte que el apuesto joven fue reclutado para ir al frente. Antes de partir, entre lágrimas le entrego a su amada un precioso cerezo, símbolo de reciprocidad y eternidad en las relaciones.
Pasados unos meses de intenso sufrimiento e incertidumbre, la joven perdió la esperanza de ver de vuelta a su amado, y se refugió en el amor que le brindaba el joven jardinero que cuidaba del cerezo.
Después de un tiempo, el soldado regresa de la guerra y descubre a Sakura junto al cerezo besándose con el jardinero. El joven soldado dolido por la traición acaba con la vida del jardinero y de Sakura.
Cansado de tener presente el recuerdo de la traición manda talar el cerezo, pero asombrado por el color rosáceo que estaban tomando las flores, decide dejarlo crecer enamorado por su belleza. El tono que estaban cogiendo las flores se debía la sangre de los amantes derramada sobre el suelo del cerezo, y cuenta la leyenda que el color rojo de sus frutos siempre le recordó a los labios de su amada.
Los árboles sakura brotan unas cerezas de menor tamaño, y con sabor ácido y amargo, utilizadas generalmente para repostería. Además, su madera es muy valiosa para el sector de la ebanistería.