Cristóbal Colón, un genovés viajero y persuasivo que tras años de esfuerzo logró que los Reyes Católicos financiaran un viaje de descubrimiento que pretendía llegar a las Indias por una vía nueva, la del oeste.

La expedición contó con 87 personas como recuento oficial, aunque se cree que llegaron a ser 100. Partieron en tres barcos, dos de los cuales eran carabelas con unos 20 metros de eslora y con capacidad para 60 toneladas. El tercero, más grande y llamado Santa María, tenía una capacidad para 100 toneladas. Aún hoy se hace extraño cómo viajaron tal cantidad de hombres en tan pequeño espacio.

El viaje, desde su salida del puerto de Palos de la Frontera – Huelva, duró dos meses y nueve días. En aquella época, los viajes sin escala duraban entre 15 y 17 días. Por este motivo las provisiones debían ser duraderas y con capacidad de alimentar a tal número de personas. Para afrontar el viaje llevaron a bordo pescado, tocino, harina, aceite de oliva andaluz, vino, agua, quesos de la Gomera y ‘bizcocho’, un pan sin levadura cocido varias veces para eliminar la humedad y favorecer su conservación. Por el mismo motivo se añadía vinagre al agua, por ejemplo, para aumentar su duración impidiendo la proliferación de virus.

El AOVE, se usó además de como alimento, para conservar los alimentos, como los quesos transportados. Fue el único superalimento que transportaban, aunque en aquel viaje no se conocían como hoy sus propiedades, sí que eran apreciados los resultados que proporcionaba su ingesta.

El descubrimiento de América supuso un antes y un después en la historia al poner en contacto dos continentes hasta entonces separados. Y en esa gesta participó de forma activa el AOVE.