Los desaforados gigantes, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. con los que Don Quijote quería batirse en duelo, refiriéndose a los molinos de viento, encargados de moler o prensar gracias al accionamiento de las aspas, volteadas por el viento que movían la piedra molar.
Pese a que existen diferentes tipos de molinos, los de viento, se ha generalizado su uso para la molienda de grano de cereal, pero existen algunos lugares, en los que este artefacto, se destinaba, y destina para moler las aceitunas, accionando los empiedros, no solo ayudados de la fuerza de mulos y burros, sino asistidos por el movimiento de las aspas accionadas por la fuerza del viento.
En La Toscana Italiana, concretamente en la ruta que conecta Cerfignano con Otranto, fuera del centro habitado, se encuentra la almazara Molino del viento, construida en 1688 bajo el molino. En él se trituraban las aceitunas gracias a la fuerza del viento que accionaba el funcionamiento de los empiedros cónicos.
Otro ejemplo, todavía en uso se encuentra en la Hacienda de los Lottero, situada en la cima de la colina de Montefiesole, cerca de Florencia, donde aún se conservan las métodos artesanales antiguos de la olivicultura y elaiotecnia combinándolos con las técnicas más modernas que conjuntamente producen uno de los mejores aceites de la variedad frantoio de Florencia, elaborados en una almazara rodeada de una sucesión de colinas cubiertas de olivares y viñedos, que tienen por corazón el viento de la Toscana.
En la isla japonesa de Shodoshima también existen dos de estos molinos.
Es por lo que nos cabe suscitar, si en aquel lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, el Ingenioso Hidalgo no se topara con molinos de viento destinados a elaborar AOVE manchego, que como el aceite de oliva de Aparicio le ayudó a sanar sus heridas. AOVE, literatura, tradición y artesanía que no desaparecen con el pasar de los siglos.