Como otras normas de la época Jesús se saltó las estrictas prohibiciones alimentarias judías e instó a los suyos a «comer de todo». En la última cena lo hizo acompañado de sus seguidores, entre los que estaban su madre y María de Magdalena, recostado en el suelo y cogiendo los alimentos con la mano de una mesa muy baja.
La dieta de los coetáneos de Jesús es perfectamente conocida: pan, legumbres como las habas y las lentejas, verduras como cebollas y endivias, higos y uvas, aceite de oliva, casi nada de carne -reservada a ricos y poderosos-, pescados de río, miel y vino, además de insectos como las langostas.
El investigador Miguel Ángel Almodóvar aborda en ‘La última cena’ (Oberon) la celebración más recreada artísticamente y sobre la que más se ha escrito, aunque sea «casi imposible» saber con absoluta certidumbre cuál fue el menú, atendiendo a las costumbres de su época, se puede elaborar el menú de este evento histórico.